jueves, 25 de junio de 2009

Jueves de supervivencia

El sol radiante fue cubierto por las densas nubes grises que llegaron de a poco al campamento de los soldados Iwias en la Shell, en el Oriente ecuatoriano, anunciando la presencia de la fuerte lluvia que empapó a los estudiantes de Periodismo y Multimedia de la Universidad de las Américas (UDLA) el pasado jueves.

La caminata de casi cuatro horas por la selva se hacía cada vez más dura, aparecía el hambre y el cansancio en la espalda de los jóvenes que cargaban una maleta de 50 libras. “Es difícil mantener el equilibrio con este peso”, se quejaba Andrés, estudiante del tercer semestre de Multimedia. Con las botas llenas de lodo, Andrés estiraba su mano para ayudar a las personas que se quedaba atrapadas en el fango.

A pesar de los ponchos de agua que les facilitaron los militares el primer día de campamento, fue imposible cubrirse del agua y la tierra. El clima tropical, por su parte, no abrigó a los estudiantes que, a pesar del ejercicio, se tapaban y cubrían entre sí para buscar un poco de calor.

La hora del almuerzo había pasado, y los estómagos pedían alimento. Los militares repartieron porciones de arroz y carne de gallinazo y mono a cada estudiante y docente. “Yo no sé si es el hambre, pero esto es lo mejor que he comido en mi vida”, decía Karla Delgado, alumna del octavo semestre de Periodismo.

Otras horas de caminata selva adentro condujeron a los visitantes a un bosque donde armaron sus hamaca toldos. Mientras buscaban árboles resistentes, se apoyaban unos a otros para arreglar lo que sería su lecho nocturno.

La oscuridad de la noche que fue cubriendo el bosque lentamente obligó a la gente a encender sus linternas, algunos listos para acostarse, y otros que se distrajeron tuvieron problemas para terminar con sus hamaca toldos. La voz del Teniente retumbó entre las hojas “suban y les daremos porciones de atún”. Los pasos presurosos de los jóvenes se dirigieron unos metros hacia el zoológico, donde recibieron una lata de atún y galletas.

Una vez terminada la merienda, las personas regresaron al bosque para descansar en sus hamaca toldos. La lluvia se hizo presente nuevamente, aunque con más fuerza, imposibilitando conciliar el sueño a pesar del cansancio del día. Risas, quejas y llantos condujeron a los estudiantes de vuelta al zoológico, para intentar dormir en una pequeña cabaña que no tenía paredes. “Esto es inhumano”, se quejaba un alumno mientras intentaba cubrirse con su poncho de agua empapado.

Cada ser viviente se desenvuelve en un hábitat, al ser separado de éste se siente perdido y asustado. Sobrevivir en condiciones ajenas a las que uno conoce nos brindó una experiencia, apreciada por unos y negada por otros.

Los Iwias (video)
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